miércoles, 16 de octubre de 2013
El puente de Julio Cortazar
Aprovechando la conmemoración de los 50 años de Rayuela, me permito extraer un aparte del libro y analizarlo a la luz de la posición de exilio de Julio Cortazar, exilio también presente la configuración de sus personajes, que se buscan sin encontrarse
“Pero el amor, esa palabra... Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado...”
El puente que plantea Cortazar en el anterior fragmento lo podemos relacionar con la incondicional intención de buscar y entrelazar las realidades de los personajes. Es prudente resaltar que Cortazar escribe siempre desde el exilio, narrando las realidades latinoamericanas desde una perspectiva aparentemente lejana. El mundo de Cortazar intenta conectase con Latinoamérica simbólicamente, utiliza los puentes como conexión de su personaje con la maga y de si mismo con la patria que deja atrás.
Se presupone entonces que toda la escritura está trazada por la añoranza, por la necesidad de conectar con el otro y establecer vínculos subjetivos entre las distintas narrativas de la vida – como historias personales y particulares - Es el Puente que necesita anclarse, establecerse en el otro extremo para poder hacer efectivo el intercambio y las relaciones entre sujetos y lugares.
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